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lunes, 12 de marzo de 2018

Hannah Arendt (1906-1975)

Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa nacida en Alemania que huyó del nazismo a Estados Unidos en 1941. Más que su gran ensayo La condición humana, Victoria Camps recomienda de Arendt sus textos sobre temas políticos y culturales, “como Entre el pasado y el futuro, que incluye un texto sobre la educación que deberían leer todos los pedagogos de hoy en día, a pesar de que se escribió en los años 60”. Camps apunta que las ideas de Arendt siempre son provocadoras: “Por ejemplo, de la educación dice que tiene que se conservadora, que no se puede reformar todo continuamente. Hay que conservar lo que debe ser conservado”. También “hace una llamada a los valores, como el esfuerzo y la disciplina”.
En opinión de Camps, Arendt aún no tiene el reconocimiento que debería entre el feminismo, en gran parte porque a la filósofa alemana “esa lucha no le interesaba”. Y añade: “Su filosofía es muy propia. Aunque tiene influencias de Heidegger y del fenomenalismo, lo que dice es inclasificable. Y es polémica siempre, hable de la cultura, de la política, de los judíos… Como en el caso de la banalidad del mal”.
Arendt acuñó este concepto en Eichmann en Jerusalén, donde recoge sus reflexiones durante el juicio en 1961 al el teniente coronel responsable de los transportes de deportados a los campos de concentración. Arendt, de origen judío, no ve a Eichmann como un monstruo, sino como un burócrata poco inteligente que nunca se detuvo a reflexionar en lo que estaba haciendo, más allá del desempeño de su trabajo. “Fue una idea muy mal recibida por colegas suyos y por amigos judíos -añade Camps-. Arendt fue muy valiente. Y su valor ha ido creciendo con el tiempo”

3. Harriet Taylor Mill (1807-1858)

3. Harriet Taylor Mill (1807-1858). A Mill se la recuerda a menudo como la mujer del filósofo John Stuart Mill y como autora de un puñado de textos, la mayor parte publicados tras su muerte. Pero, como explica Victoria Camps, catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de Elogio de la duda, “Harriet Taylor Mill colaboró mucho con John Stuart en sus textos”, aunque firmó poco de lo que hacían en común. “Mill fue un gran defensor de la libertad de la mujer, pero aun así pensaba que poner la firma de su esposa devaluaría sus libros”.
Los críticos e historiadores aún se debaten acerca de cuánto escribió Harriet Taylor Mill de los libros de su marido. Se considera que El sometimiento de las mujeres, publicado en 1869, debe mucho a su influencia. John Stuart Mill también le dedicó a ella Sobre la libertad, con las palabras “como todo lo que he escrito desde hace muchos años, le pertenece a ella tanto como a mí”. En su Autobiografía, Mill explica que este libro fue “más directa y literalmente nuestra producción conjunta que ninguna otra cosa que lleve mi nombre”.

lunes, 13 de febrero de 2012

Florence Noiville

“Soy economista y os pido disculpas”, de Florence Noiville
Por José Luis Amores | Críticas | 18.09.11
Soy economista y os pido disculpas.
Florence Noiville
Traducción de Adela Padín Romero
Deusto (Barcelona, 2011)

Florence Noiville nació en Boulogne-Billancourt, área metropolitana de París, a tiro de piedra del Campo de Marte y la Torre Eiffel. Tiene 50 años y es economista graduada en la École de Hautes Études Commerciales (HEC) de París; posee, además, un Máster en Derecho. Durante años trabajó para multinacionales como analista financiera. Dice que se hartó (“Cuando se sabe cómo leer presupuestos y cuentas de explotación, es como montar en bicicleta. El conocimiento se adquiere para toda la vida. De ahí la necesidad de pasar a otra cosa”) y decidió cambiar números por letras. Hoy, además de escribir, dirige el suplemento Livres del periódico Le Monde. Casi todo esto me suena un montón, pero con menos brillo.

En realidad una traducción más correcta del título de este libro editado en España por Deusto (Grupo Planeta) sería Soy licenciada en la HEC y os pido disculpas, que vendría a ser como decir: “Soy economista licenciada en una de las escuelas de negocios más importantes del mundo, y por tanto he sido una de las causantes de la debacle financiera que ha asolado el planeta. Pido disculpas”. Desentrañemos los varios mensajes que esconden tanto el libro como la declaración implícita en su título original.

Mientras leía fui subrayando cosas, fiel a un estilo ratificado por Mario Muchnik. Lo primero fue: “En cuanto al marketing, ¿qué ha producido? Un consumo excesivo y febril, una ‘gigantesca pirámide’ de falsas necesidades y graves frustraciones con un riesgo de sobreproducción, un desempleo masivo y un despilfarro irreversible de los recursos naturales…” ¡Bravo! El griterío publicitario y las técnicas de venta han fabricado una raza de borregos adocenada por la religión de las compras superfluas. Esto es así desde casi principios del siglo XX. Pero si se piensa mejor el inicio puede remontarse bastante más atrás, cuando cuajó el concepto de burguesía, o cuando se despilfarraban recursos a la mayor gloria de reyes y aristócratas, o cuando se inventó el préstamo, el comercio, el dinero, la propiedad privada, la jactancia, la envidia, etc.

Noiville concluye en el flaco favor que ha hecho la ciencia económica a la sociedad, alimentando su voracidad hasta el enloquecimiento, y sobre todo alimentándose a sí misma hasta la implosión. Ya escribí sobre la importancia de conocer los orígenes de los sucesos, para poder comprenderlos cabalmente. En este artículo y en este otro recomendé libros que procuran al lector un acercamiento directo, sin intermediarios espurios, a asuntos del pasado cuyo paralelismo con las dificultades actuales es innegable. El libro de Noiville viene a señalar como causantes del desastre a un selecto grupo de privilegiados de la bacanal financiera. Al que ella pertenece, o pertenecía.

Porque, ladies and gentlemen, estudiar en instituciones como la HEC no es fácil. El candidato debe estar encarrilado desde la infancia. Aunque Noiville pone el ejemplo de la estudiante hija de una portera parisina —qué original— que estudió, es de suponer que becada, en la HEC, lo cierto es que el principal requisito para entrar allí consiste en el previo abono de un importe elevado. El pedigrí siempre cotizó al alza. Los estudiantes, dice, nunca tuvieron una especial preocupación por las salidas profesionales al término de sus carreras; les esperaban los mejores puestos en las mejores compañías y con los más altos salarios. Esto es lo que daban por descontado los padres de los alumnos, ellos mismos, los dirigentes de la Escuela y las empresas ávidas de carne de reemplazo. A los egresados se les entregaba, junto con el diploma acreditativo, la presunción de una magnífica formación y, ojo al dato, una brillante inteligencia. Amén de la banalidad de buena parte de las reflexiones de la escritora —al menos en lo que a mí, como economista, me concierne; otra cosa sería si el público objetivo fuera distinto—, lo que subyace bajo el texto, a ratos en primer plano, es la puesta de manifiesto de una casta profesional en cuyas manos, se afirma, ha estado y está el mundo. Asegura que por su gran inteligencia y sus excepcionales conocimientos del engranaje financiero, esa nobleza de la ciencia económica ha disfrutado de una patente de corso que no ha desaprovechado. Mientras que los ciudadanos de a pie —fontaneros, economistas, médicos o escritores—, pobres diablos, nos asoleábamos en el parque de los productos y servicios, ellos, Amos del Universo, estaban royendo nuestro futuro y el de nuestros hijos, hipotecándolo a perpetuidad por el simple hecho de que sabían cómo hacerlo.


Florence Noiville (foto: noiville.com)

El discurso recorre diversas experiencias de la autora, quien además entrevista a antiguos compañeros y a actuales estudiantes de la HEC. Constata que, aunque exista una larvada consciencia de que las cosas se están haciendo mal, la inercia y el acomodamiento pueden más que una ética no mamada desde la cuna —y que ahora, política y mediáticamente correcta, pretende imponerse desde la bandera de la indignación—. Valoramos el triunfo personal por sobre todas las cosas, y sólo en algunos individuos es posible observar una tendencia al cambio por cansancio o asco: economistas “quemados” de ganar dinero a costa del apalancamiento ajeno que buscan refugio en ocupaciones alternativas part-time, como la psicología, los deportes o las traducciones literarias desde el árabe. Noiville habla con ellos y con otros personajes en París, en Nueva York, o paseando delante del Taj Mahal. Es en el curso de un sueño, ambientado en su antiguo campus en el año 2019, cuando concibe una esperanza (onírica) y acaba pidiendo disculpas por ser economista —en el original francés, por ser licenciada en la HEC París—.

No todo es negativo. En el curso de sus investigaciones, recala en un seminario en Harvard en el que se reconoce que los MBA “cultivan ‘competencias cada vez más vacías y superfluas’ y ‘forman a los estudiantes equivocados de la forma equivocada y con las consecuencias equivocadas’”, y después ella misma acusa a ese tipo de enseñanza de coste prohibitivo de ejecutar un vacío y “gigantesco copia y pega”. Antes o después conoce a Yunnus, el banquero de los pobres, quien le descubre que “también los mendigos pueden hacer negocios”, y con ello, de alguna manera —es posible que sin pretenderlo—, avisa de las consecuencias desastrosas que para una importante parte del Tercer Mundo tendría un cambio de paradigma económico, del capitalismo hacia lo que fuese.

No, Florence, la culpa no la tenéis tú y tus compañeros de estudios. O no más que políticos, arquitectos, médicos, fontaneros, abogados, mecánicos y escritores. No podéis emular a Einstein, que se apenaba de, con su trabajo, haber dado pie a la invención de la bomba atómica. No sois tan inteligentes. En todo caso, normalitos, del montón. Aunque no seáis conscientes de ello, allá arriba, en vuestra cúpula de cristal, habéis estado a nuestro servicio. Mientras os dejabais el pelo y las neuronas diseñando productos para una vida peor, a ras del suelo nos lo hemos pasado en grande disfrutando de unos años cojonudos en los que algunos de tus compañeros de profesión regalaban a manos llenas lo que no tenían. Si yo te contara…

Siento que esta crítica no sea todo lo buena que podrías esperar, pero me debo a mis lectores. Sí, a esos a los que diriges tu libro, que espero se venda mucho. Te sorprendería saber lo escasa que es en España la ratio de numerólogos de las finanzas que también están abonados al arte. A ellos, ni con tu discurso ni con cualquier otro basado en palabras podrás convencerlos. Esa gente sólo entiende el idioma de las hostias y no te preocupes, estamos en ello.

Una última cosa. Ya sé que ahora te dedicas a asuntos librescos, pero como afirmas mantener contactos de alto nivel, diles de nuestra parte que arreglen la situación, pues de lo contrario serán ellos quienes caigan al vacío. Nosotros no. Nosotros ya estamos aquí abajo.

sábado, 28 de enero de 2012

Concepción Arenal nació en El Ferrol (La Coruña) el día 30 de enero de 1820

Concepción Arenal nació en El Ferrol (La Coruña) el día 30 de enero de 1820, y murió en Vigo el 4 de febrero de 1893. Era una de las tres hijas de Ángel del Arenal, militar liberal, contrario al absolutismo representado por Fernando VII, lo que le valió diversas condenas a prisión, y de María Concepción de Ponte, descendiente de una familia nobiliaria. Una de las figuras claves del feminismo español, de repercusión europea, integrada dentro del pensamiento jurídico-penal, en la corriente del Correccionalismo, cuyo sistema matriz es el Krausismo (J. A. Sáinz Cantero) y según Adolfo González Posada “su nombre imperecedero tiene una altísima significación social, como representación viva de una grande y salvadora idea: la idea de la emancipación de la mujer..., a la vez que fue una madre modelo y una mujer buena en toda la extensión de la palabra” (1894).



En 1842, un año después del fallecimiento de su madre, Concepción Arenal asiste a clases de Derecho en la Universidad de Madrid, “vestida de hombre” -aunque dicho dato no pueda contrastarse-, ciudad a la que se había trasladado junto a su hermana Antonia, una vez fallecido su padre. Contrae matrimonio en 1848 con el abogado y periodista liberal Fernando García Carrasco, que comparte la actitud combativa de su esposa ante las injusticias sociales de su tiempo, colaborando ambos en La Iberia, el diario político más importante de la época. Quedaría viuda en 1857. Nombrada "Visitadora General de Prisiones para mujeres" en 1864, funda en La Coruña una sociedad femenina cuya finalidad era atender a las mujeres que cumplían condena, auxiliando a las que tenían hijos menores de tres años, fomentando entre ellas la lectura, y patrocinando a las más necesitadas cuando cumplían dicha condena. En 1868 es nombrada Inspectora de las Casas de Corrección de mujeres, cargo que ocupa hasta 1873. Junto a Antonio Guerola fundaría en 1870 la revista La voz de la caridad, cuyo fin eran los estudios penitenciarios y de beneficencia. En 1871 es nombrada Secretaria general de la Cruz Roja de Madrid. También fue miembro de la Junta Directiva del Ateneo de Señoras, fundado en Madrid por Fernando de Castro, a quien le dedicó su obra, A Don Fernando de Castro. El gobierno de la I República española pretendía la reforma del Código Penal, y, entre otras personas, Concepción Arenal fue llamada a formar parte de dicha Comisión. Incluso la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación celebró una velada en homenaje a Arenal, en la cual pronunció un emotivo discurso en su honor A. Cánovas del Castillo. Envió distintas comunicaciones a los Congresos Internacionales Penitenciarios de Estocolmo (Informe sobre reforma penitenciaria), Roma (Informe sobre el empleo del domingo en las prisiones) y San Petersburgo (Informe sobre los incorregibles), editados en 1896.

Es en sus Estudios Penitenciarios donde, fundamentalmente, podemos analizar su pensamiento jurídico-penal. Para ella el delincuente es un ser débil, un incapaz que cedió a la mala tentación porque no podía resistirse a ella, siendo el delito la manifestación de su voluntad; desde ese punto de vista, la pena es, en esencia, un bien moral para el delincuente, debiendo tener la misma distintos fines, que se armonizan entre sí: el fin correccional, la expiación, la intimidación y la afirmación de la Justicia (J. A. Sáinz Cantero). Dedicó su vida a la cuestión social, en tres líneas fundamentales: la cuestión obrera, la reforma de la legislación penal -promoviendo la reforma del sistema penitenciario de la época y entendiendo al recluso como un ser apto para la convivencia social-, y la defensa de la mujer, defendiendo sus derechos políticos y sociales. Como ella misma decía, “para mí no hay espectáculo tan hermoso como el de la belleza moral”. Fallece a la edad de setenta y tres años, figurando en su tumba la siguiente inscripción: “A la virtud, a una vida, a la ciencia”.

Entre las obras de Concepción Arenal destacamos: Fábulas en verso (1851); La beneficencia, la filantropía y la caridad (1861), que constituye una historia de la beneficencia en España, y con la que obtuvo el premio de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de 1860, distinción otorgada por primera vez a una mujer, aunque no sería el único, puesto que años más tarde recibiría dos más de la misma institución, en 1875 y 1878, por Las colonias penales de Australia, y la pena de deportación (1877), y La instrucción del pueblo (1881); Manual del visitador del pobre (1860), obra traducida a varios idiomas, entre ellos el francés e inglés, lo que muestra su repercusión; Cartas a los delincuentes (1865); El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución pública de la pena de muerte (1867); La mujer del porvenir (1869), donde rebate las teorías que determinan la condición inferior de la mujer, defendiendo, en la misma, su derecho al trabajo; Examen de las bases aprobadas por las Cortes, para la reforma de las prisiones (1869); Estudios penitenciarios (1877); La cárcel llamada Modelo (1877); Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879); Cartas a un obrero (1880); Cartas a un señor (1880); Cuadros de la guerra (1880); Cartas a los delincuentes (1883); El derecho de gracia ante la justicia (1883); La mujer de su casa (1883); Oda contra la esclavitud (1886), premiado por la Sociedad abolicionista, y Algunas observaciones sobre el delito colectivo (1893). Su obra La condición de la mujer en España fue traducida al inglés para integrarla en la obra de Stanton, The woman question in Europe. Se encuadra pues su pensamiento en diferentes campos: penitenciario, penal, sociológico, político, humanitario y jurídico en general. Muchas de sus obras, por su mérito, valor y aún candente actualidad, han sido recientemente reeditadas. Rafael Salillas, Gumersindo de Azcárate y Sánchez Moguel publicaron un pequeño libro Doña Concepción Arenal y sus obras (1894) que recogía exposiciones orales de conferencias en homenaje a la que Salillas consideraba una “criminalista caritativa y santa”. Interesante sin lugar a dudas resulta el libro de Manuel Gutiérrez Carrajo, Cartas inéditas de Concepción Arenal (1984), abordando en las mismas diversas temáticas, entre ellas, la miseria, las huelgas, el socialismo, los impuestos, la Internacional, la igualdad, la familia, la propiedad, la patria o el comunismo. De inferior calado es el artículo de J. A. Sáinz Cantero, Ideas criminológicas en los “Estudios Penitenciarios” de Concepción Arenal (1970). Para conocer más datos pueden verse las distintas ediciones de sus obras Completas, y los diferentes estudios existentes sobre su vida, obra y pensamiento de J. Rovira Carrero, M. Casas Fernández, y G. Landrove, entre otros.